Cada uno de nosotros somos un vacío, somos nada, porque todo lo que poseemos no es nuestro, lo recibimos de otro. Mi cuerpo, mi cara, mis palabras, mi propio acento, vienen de mis propios padres y antepasados.
La naturaleza intencionadamente pone nuestro ombligo ahí para que lo veamos cada día, como una señal o símbolo de que nuestros cuerpos están dados como un regalo. Literalmente vivimos de nuestra madre durante nueve meses, vivimos gracias a su alimentación y cuidados, y no hicimos absolutamente nada para merecerlo.
Por tanto, nosotros realmente no somos nada, somos el vacío, somos mu.
Del libro Réquiem por Nagasaki.
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