Lee, se informa, piensa, prueba, corrige, lo intenta de nuevo, mejora y aprende. Su tono emocional revela seguridad, decisión, firmeza, ya que su actitud personal es audaz, soñadora, atrevida y aventurera. Ningún obstáculo le desequilibra porque tiene múltiples recursos. Como el estado de su mente es el adecuado, todas las complejidades del entorno se aligeran.
Es una persona que se siente cómoda en situaciones de riesgo porque lo que quiere es conseguir algo valioso para su vida y no buscar permanentemente una confirmación a sus dudas, sus preocupaciones y sus miedos. Su atención está enfocada en lo que de verdad le importa y no permite que el resto de las cosas le distraigan. No se trata de una persona superdotada, de alguien a quien le han tocado las mejores cartas de la baraja, sino que se trata de alguien que está dispuesto a ganar la partida con las cartas que tiene sin valorar la calidad de ellas. Es su forma de pensar y no las cartas que en suerte le han tocado las que le convierten en un campeón o en una campeona. A esta persona no te la vas a encontrar llena de ira, frustrada, angustiada o avergonzada porque tales emociones se asocian a individuos que juegan el papel de víctimas y no el de protagonistas. Muchos de ellos recibieron excelentes cartas en el juego de la vida, pero como ellos siempre piensan en lo que les falta y no en lo que tienen, sus partidas son tímidas y sin decisión y por ello nunca ganan.
Nuestro hombre, nuestra mujer enfocados a la acción jamás se quedan paralizados frente a los problemas porque de forma natural su inteligencia está orientada en la búsqueda de soluciones. Trata a los demás con amor y su amabilidad no busca la aceptación o el apoyo de los demás porque él y ella ya se ha aceptado así mismos y es en si mismos donde encuentran su mejor apoyo.
El hombre y la mujer responsables no se plantean si su edad es la adecuada o si el momento para actuar es el propicio. Únicamente ven frente a sí la llamada de aquello que quieren lograr, de aquello en lo que se quieren convertir y es ese deseo ferviente lo que estira sus capacidades y les impulsa a ir más allá. Lo ven, lo tocan, lo sienten. Sus miedos, sus dudas, sus preocupaciones no tienen la fuerza de evitarles poner en marcha su capacidad de soñar. Para una persona orientada a la acción, los obstáculos no se ven nunca como problemas que generan frustración, que abruman o bloquean. Ellos encierran en potencia el entrenamiento que precisan para ganar una competencia, para crecer en una habilidad. La persona que piensa en pequeño sólo ve algo que no sabe cómo resolver y al no estar dispuesta a salir de su zona de confort porque ni siquiera tiene la actitud ni la energía para hacerlo, abandona ante el primer revés, ante cualquier dificultad que surja en el camino. El hombre y la mujer de acción tampoco saben inicialmente cómo resolver el problema y por ello comprenden que necesitan crecer. Ellos no se quedan bloqueados, mirando fijamente al problema, sino que prueban una y otra alternativa de solución sabiendo que en el proceso de probar una y otra vez, reflexionar y volverlo a intentar está la raíz de cualquier progreso personal. Su rasgo diferencial estriba en que saben que son capaces de todo y que lo que necesitan para expresar su capacidad sólo es que encuentren una visión, un sueño que les ilusione de verdad. A partir de ese momento ya jamás se plantean si están lo suficientemente dotados o no, si es el momento oportuno o hay que buscar alguno otro mejor.